Más allá de haberme tatuado la piel.

Un tatuaje en la piel no es nada cuando ya te lo habías hecho en el corazón y en el alma. Las personas dicen que los tatuajes son el arte de podernos expresar a través de nuestra piel y que hacerse un tatuaje no es más doloroso que un caminito de hormigas picándote, mi caso fue diferente.

Cuando era ilusa quería hacerme unas olas, un barco, un sol brillante y un ancla que me mantuviera firme, porque eso simbolizaba el amor en mi vida: el va y ven de las olas, que hacen navegar y naufragar a los barcos, la felicidad tan efímera como el tiempo que pica el sol cuando estás en el agua y el deseo masoquista de querer permanecer firme a su lado a pesar de la incesante tormenta que me ocasionaba el quererlo sin medidas. 

Que inútil es aferrarse a un sentir cuando el otro no siente lo mismo, qué difícil es asumir la realidad de que quien si te quiere no te hiere cuando te haz enamorado a desmedida de quién dice quererte y solo te lastima; que falsa puede ser la frase de que "el amor no quita conocimientos", porque el amor si puede llegar a ejercer fuerza sobre nuestra consciencia humana y quitarnos el conocimiento entre lo que puede ser real, mentira y hasta tóxico. En nombre del amor el ser humano puede llegar hasta el borde de casi destruirse. Muchas noches lloré con mi corazón en la mano, cada noche oraba para que Dios me hiciera el milagro de transformar ese amor benigno en un amor bondadoso y para que me cambiará la amargura de darlo todo sin recibir nada y confiaba en algún día lograr sentir la dulzura de lo reciproco. Confiada en que ese milagro se podía dar, entonces calle y me trague cada desplantes de quién aseguraba amarme y al otro día despertaba con mi mejor sonrisa esperando una pequeña muestra de amor y me seguía encerrando en lo que quería que fuera y no en lo que realmente era.

Ese tipo de amor, te tatúa el alma. Te daña, te lastima, te vuelve insegura y dependiente de alguien que solo terminará tomando todo lo bonito de nuestras personas, para crear una ficha de parchís que puede mover según sus propios ideales y criterios. Y ahora estás ahí, elevándote, dando volteretas, sin saber si eres tú, si realmente te perteneces y desandando pasos vagos en el viento, que te lleva y te trae al mismo amargo lugar. Cuando lo notes, entonces puede ser muy tarde, ya esa persona te ha robado gran parte de tu esencia, y ese robo te tatúa el alma. Finalmente, cuando es muy tarde para evitar el robo, cuando ya se han llevado entre garras la mitad de ti, lo notaste muy tarde para evitar que te tatúen el alma de la peor de las maneras. Un tatuaje en la piel es temporal y solo te duele en el momento que te lo haces, pero, un tatuaje en el alma es eterno y pasará mucho tiempo para dejar de sentir el dolor que te ha causado. 

Entonces, empiezas a verte en un espacio cerrado, cuadrado, un abismo del cual sientes que no vas a salir y en el rostro de cada persona que se acerca, vez a quien te lastimo y sientes miedo, mucho miedo de haber encontrado a la misma persona o quizás a alguien peor. Te sientes aterrada al simple hecho de volver a acostumbrarte a lo que bien puede ser tóxico, entonces en aquel lugar cuadrado y sin salida terminas poniendo ladrillos para que nadie te alcance. Se vuelve difícil sentir como sientes, miras de reojo, estás y dejas de estar, a veces te conectas y eres pero a la vez tampoco eres. Te alejas, das mil volteretas y pones el mundo aislado que haz creado de cabeza, porque solo ahí nadie puede verte, puedes ser o no ser y nadie se aprovechara de ti. Y en tu subconsciente esperas que algún día los demás puedan entender tu silencio.



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