Ya han pasado dos meses desde la última vez que me atreví a confesar lo que pasaba. Y ahora escribo solo para matar la vida de un cuerpo en agonía. Se me ha muerto el amor, dejando mi cuerpo baldío. En un cumpleaños que no supe si celebraba mi vida o mi agonía.
Ni dos meses fue el tiempo justo dado por mi misma, pues el tiempo ha acabado antes de lo propuesto. Sería un mal de ojos, un hechizo, un uso de magia negra... Serían las profecías de unas lenguas sabíchozas capaces de pronosticar con tanta anticipación la destrucción de un reino ya construido y forjado.
Construimos un castillo y lo edificamos como si no estuviera parado sobre terreno. Vivíamos en nuestra edificación día a día, preguntándonos cuanto soportaría, si fuera capaz de derrumbarse al día siguiente... Y se derrumbo, ha caído con toda la naturaleza y fragilidad del mundo, así sin más, como si los ladrillos y la pólvora con que se han ligado y pegado no pudieran darle frente a una tormenta.
Comentarios
Publicar un comentario