Recuerdo verla entrar sigilosamente por la puerta de atrás con un vestido de aquellos que usaban las muñecas. Ella era como una muñequita de porcelana, tan frágil, tan delicada... Llevaba un vestido de vuelo con estampado floral, tan corto que denotaba sensualidad, pero al mismo tiempo, tan largo que la hacían ver como la mujer con la cual quieres despertar todos los días. Su rostro intentando denotar a una mujer, pero unos ojitos que solo reflejaban una inocencia seductora. Así la vio el, así me la ha descrito, justo como la niña en una mujer.
Justo estaba entrado a su casa por la puerta delantera sin esperar encontrarse con el amor y la adrenalina, ambos juntos con la sensualidad y la ternura, todo incluido en una sola persona, la mujer que el amaba con locura.
-¿Qué haces aquí? -Exclama sorprendido al verla-
-Pensé que ya habías llegado, y como me haz dicho que esta puerta siempre esta abierta... -Estaba tan sonrojada y titubeante de nervios que no pudo terminar la frase, en cambio el sin quitarle la mirada de encima se acerca y le susurra:
-¿Y ese vestidito?
Ella con las mejillas un tanto sonrojadas le dice:
-¡Ven, quitámelo! -Ambos clavados en la mirada del otro se han echado a reír; ella pensando en las ocurrencias de lo que había dicho y el en las ganas que tenía de seguir sus ocurrencias.
El se fue acercando, colocando sus manos en su cintura mientras acercaba sus labios a los de ella infringiendo los labios en un beso que intentaría tocar el tiempo sin detenerle. Ha dejado de besarla unos segundos y exhalando el mismo aire entre cortado entre besos y sonrisas le susurra:
-¿Lo hago? -Llevando sus manos al final del vestido dando a entender las ganas que no le faltaban de quitárselo. Ella le sonrio y quitandole las manos le dijo:
-Sabes que no. -Carcajadas-
-Eso no se pide, se coge. -Le sonrió.
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