Mas alla.

Suena el timbre indicando hora libre y es allí cuando levanto mi cabeza del pupitre mirando a los demás salir correteando para no perder tiempo, mientras yo, salgo como la que desea seguir en prisión después de años de condena, por el simple hecho de que pensamos que la libertad no nos sirve de nada si terminamos disfrutándola a solas. Tomo mi mochila, mi abrigo y salgo camino abajo, mirando hacia los lados, viendo sonrisas hipócritas, oyendo palabras sinicas, sintiéndome falsedad en la realidad; debido a que lo que un día sentí como abrazos hoy siento como puñaladas, las manos que ayer me agarraron hoy siento como me empujan, todos los momentos que alguna vez creí realidad ahora los sentía como hipocresía. Al parecer di varias vueltas pensando en esto hasta que cansada de tantas vueltas decidí sentarme en la gramilla que una mata de mangos cubría con sombras y un cálido viento acariciaba. Sentada allí y con la mirada perdida no se en que momento dos chavas llegaron y me acompañaron en silencio, sin decir ni una palabra, intentando comprenderme sin necesidad de preguntarme.

Ya la nada no tenia nada que brindarme, no tenia mas soledad que prestarme y yo ya me cansaba de ser una amante de la misma. Sin mas preámbulo bajo la mirada y al levantarla observo a aquellas dos chavas, aquellas que se hacen llamar mis amigas, las que se preguntan el "¿porque?" de tan extraña actitud, mas no se acuerdan que cada acción trae una consecuencia, buena o mala, siempre habrá una consecuencia. Ellas se cansaron de intentar buscar el "porque" y yo estaba muy segura de no responderles. Los minutos pasaban y yo decidí echarme hacia atrás recostando mi cabeza sobre mi mochila y mirando al cielo, ¡Que hermoso lucia! nunca antes me había detenido a observarle con tanta precisión; luego me decido a observar la gramilla en la cual me encontraba recostada y desde un punto mas liberada la veía mas hermosa, ¡Que verde tan bello lucia!... Entrelazado en una de ellas había un pequeño plástico plateado que rebotaba la luz del sol que recibía, se veía mágico. Las nubes tan blancas, despejándose unas para unirse a otras, las ramas de aquella mata se estremecían con tan cálido viento, que me hacia sentir fresca. Ese día había contemplado cosas hermosas en un momento en que la decepción invadía mi alma, y al final fue como si estar allí me liberara de tantas presiones cotidianas, de tantas decepciones.

Todos los días esperaba que el timbre sonara para volver a compartir en aquella sombra la inmensa tranquilidad que me hacia sentir, los días pasaban y mis amigas se volvían unas completas extrañas, o no se porque ahora las veo así si siempre lo fueron. Nunca antes había deseado tanto salir a hora libre para acurrucarme en aquella sombra, la cual me hacia sentir libre volviéndome a mi alma de niña.

Quizás muchas veces arañe esta alma intentando sacar un alma de mujer que nunca estuvo en mi, quería ser igual a aquellas, egoísta y egocéntrica, sin saber que esto podría cambiar mi rumbo... Menos mal, que ya todo acabo, que ya volví a la normalidad; ¡Menos mal que mis ojos pudieron ver mas allá! donde el cielo azul no tiene final y la grama verde intenta perseguirle.




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